El mago hizo una gran reverancia
agradeciendo los entusiasmados aplausos del público. Estaba
muy satisfecho, como siempre, de haber ofrecido aquel espectaculos;
sabía el impacto que tenían su arte delante de la
gente. Su habilidad para adivinar las cartas, para hacer desaparecer
a su ayudente, para sacar palomas dónde no tenía que
haber nada....pero sobre todo la agilidad de sus manos cambiando
cartas, flores y objetos pequeños, dejaban asombrados al
público.
Era el mejor Mago que había
pasado por aquel pequeño pueblo.
Una vez terminada la sesión, el
Mago se retiró detrás de las grandes cortinas rojas, y
la gente se fue yendo para sus casas comentando lo bien que lo habian
pasado.
El Mago se sentó en su pequeño
espacio y se quitó el gran sombrero; se miró al espejo
que tenia delante y se sonrió “ sí, ha sido una gran
noche” pensó.
La recaudación se repartiría
entre las personas que organizaban las fiestas, el señor
alcalde y él. No le llegaría a mucho, apenas para la de
una semana y gasolina. Pero el Mago se conformaba con poco, casi se
diría que vivía de ver las caras fascinadas de su
público.
Empezaba a quitarse el maquillaje
cuando se abrió la cortina y apareció una niña.
El Mago la miró a través del espejo:
-Hola pequeña- le dijo
sorprendido.
-¿Por qué te maquillas de
blanco?- le preguntó sin saludar.
El Mago le sonrió:
-Porque soy un poco payaso, y los
payasos se pintan la cara de blanco.
-Eso no es verdad, hay payasos que no
se pintan la cara.-
El Mago señaló una silla
y la envitó a sentarse.
-¿Cual juego te ha gustado más?-
Estaba acostumbrado a los niños, muchos de ellos solían
despues de las funciones, acercarse a él y preguntarle el cómo
hacía desaparecer a la mujer, o cómo hacía para
sacar una paloma de la chistera.
-Ninguno- contestó la niña.
Nunca antes le habían contestado
eso; se giró hacia ella y la miró detenidamente:
-¿Por qué no te ha
gustado?-
La niña se encogió de
hombros:
-No sé.-
-¿Cuantos años tienes?-
-Once-
-Ya sé; crees que la paloma
tendría que estar volando y no en el sombrero....¿es
eso?-
-No- la niña miró a su
alrededor buscando la paloma- ¿dónde está?-
-Mira en ese rincón de allí,
y quita la sábana roja-
La niña se levantó y fue
hacia donde le había dicho; allí retiró una
especie de sabana y se encontró una jaula y la paloma
acurrucada felizmente.
Volvió a sentarse al lado del
Mago.
-¿quieres que te cuente cómo
hago algun juego...?..Por ejemplo...mira, ¿ves ?...no tengo
nada en mi mano....ni en esta ni en la otra....Pero....que veo aquí,
detrás de tu oreja....a ver.... A ver.....¡¡Una
moneda de oro...¡¡.-
-No es de oro- replicó la
niña...
El Mago rió
-No por cierto...¡¡ con el
oro no se juega...- guardó la moneda- ¿cómo te
llamas?....
-Adivina-
- No soy adivino; soy mago- continuó
mitandose el maquillaje mirandose en el espejo y mirando a través
de él a la niña-
-Lucía-
-Bonito nombre-
Estuvieron unos minutos en silencio;
Lucía lo miraba atentamente.
-¿No te espera nadie a cenar?-
le preguntó el Mago.
Lucía negó con la cabeza.
-Alguien te esperará...-
-Sí, claro. Pero es pronto,
cenamos cuando viene mi padre, y viene muy tarde. ¿Viajas
solo?-
-Sí-
-Debe de ser muy aburrido-
-Tengo a mi paloma- sonrió.
-Pero no puedes hablar con ella-
-¿quien te ha dicho que no hablo
con Dulce?-
-¿se llama Dulce?-
-Sí....Dulce como un pastel de
crema....-
Sonrieron los dos.
-Es una tonteria, nadie habla con los
animales.- dijo la niña.
El Mago dejó por un instante de
desmaquillarse:
-Tienes mucho que aprender todavia.-
-No me interesa tus trucos...-
-¿Trucos?...-se giró en
su silla y miró atentamente a la niña- ¿Trucos
dices...?...No te habrás fijado bien, pero yo no hago
trucos...
-Haces trucos, engañas a la
gente-
El Mago se puso serio por primera vez.
-Explicame porqué crees eso de
que engaño a las personas-
Lucía se quedó callada
por unos segundos, buscando palabras para expresar lo que creía
era un engaño-
-Sólo es un juego- le ayudó
el Mago- las personas saben que no hay moneda en las orejas, saben
que las cartas estan marcadas...¿verdad que lo saben?-
-Pero es un engaño- replicó
la niña.
-Lucía, atiende bien, si ellos
saben, no es un engaño. El engaño es si ellos creen que
sí hay moneda en la oreja. Yo no engaño. Ellos se
engañan a sí mismos si creen que es verdad que hago
desaparecer a mi ayudante.¿ entiendes lo que te digo?-
Lucía no supo qué
contestar.
-Es un juego.- siguió hablando
el Mago- Les hago pasar un rato divertido donde olvidan sus
problemas. Les hago felices.-
-Pero no lo son-
-Por unos momentos, sí lo son-
sonrió el Mago- ¿Les has visto sus caras?..¿dirías
que estaban tristes?-
-No-
-Ellos son felices cuando ven algo
extraordinario que escapa a lo cotidiano, algo milagroso-
EL Mago no estaba seguro que Lucía
le entendiera.
-¿comprendes lo que te digo?- le
volvió a pregundar.
-Sí; pero les haces trucos y los
trucos son mentiras-
El Mago respiró profundo,
buscando las mejores palabras para explicarle a la niña:
-Es un juego, Lucía. Ellos son
los que creen que es verdad o es mentira. Les ofrezco un rato de
alegria, de distracción...y vuelven a sus hogares más
dichosos.
La niña no dijo nada.
-Lucia...-continuó- Tú
has venido a verme, tú has entrado a hablar conmigo y a
preguntarme, tú quieres conocer mi juego, o mi truco como
dices...tú no te has divertido como ellos, tú no te has
sentido engañada..¿ verdad?-
Asintió con la cabeza.
-¿sabes que poca gente viene a
verme al acabar la función?. Sólo quieren pasarlo bien
y despreocuparse de sus problemas. Reir y disfrutar sin preguntarse
nada. Y yo estoy aquí siempre, dispuesto a hablar con quien
sea y de explicar mi trabajo. Pero nadie viene, excepto...los niños.
Vosotros, los que todavía tenéis
esa chispita de inocencia. La gente común, la que no ve más
allá del truco o del juego, esa ha perdido las ganas de
conocer y de hacer preguntas. Solo quieren pasar la vida aunque le
engañen.
Lucía se mordió los
labios, la verdad es que no sabía qué decirle, pero la
habia convencido.
-Es tarde y tengo que irme a casa- le
dijo levantandose.
-Bien, no hagas esperar a tus padres-
Ya cerca de la salida, Lucía se
giró:
-¿Puedo pedirte algo?-
-Por supuesto..¡¡-
-¿Me puedes regalar la moneda?-
-¿Ya sabes que no es de oro,
verdad?-
-Sí. A mi no me engañas,
y sé cómo haces el truco-
El Mago buscó la moneda que
había guardado en una cajita y se la dió:
-Recuerda que sólo tú
decides si te engañan o no.-